En la mitología griega, Eneas es un héroe troyano de importancia secundaria en el conflicto entre Grecia y Troya, hijo de Anquises y Afrodita, quien profetizó antes del nacimiento del niño que un día reinaría sobre los troyanos y sería el predecesor de una dinastía eterna. Al menos, desde el siglo III a.C. en Roma se le consideraba fundador mítico de la raza romana, historia que se narra en el gran poema épico latino La Eneida, escrito por Virgilio en el siglo I a.C.
Cuando los griegos destruyeron la ciudad de Troya, Eneas escapó con vida, llevando a la espalda a su padre y en los brazos a su hijo, Ascanio, y las imágenes de sus dioses ancestrales. Inició una larga y peligrosa travesía por el Mediterráneo (Anquises murió en el camino) y llegó a Cumas, Italia. Allí consultó a la Sibila, sacerdotisa de Apolo, quien le sirvió de guía en su visita a los infiernos donde, según Virgilio, se reunió con su padre, quien le habló de la futura raza que estaba destinado a fundar.
Eneas volvió a levar anclas y arribó al reino itálico del Lacio, cuyo rey, Latino, le prometió la mano de su hija Lavinia, quien, según las predicciones de un oráculo, habría de casarse con un príncipe extranjero. Pero Lavinia había sido prometida anteriormente a Turno, jefe de los rútulos, y en consecuencia de este insulto, estalló una guerra, en el transcurso de la cual Eneas y Latino firmaron una alianza con Evandro, rey de Palanteo, emplazamiento de la futura ciudad de Roma. Por último, Eneas dio muerte a Turno en combate singular.
La obra de Virgilio acaba con la derrota de Turno, pero existen varias tradiciones que narran el resto de la historia de la creación de la dinastía iniciada por Eneas, en algunas de las cuales el héroe aparece como fundador de la provincia de Roma. Sin embargo, la versión más extendida relata que Eneas estableció la ciudad de Lavinium (en honor a su prometida) y su hijo Ascanio fundó una segunda ciudad, Alba Longa. Sin duda, el propósito de estos relatos consistía en hacer compatible la historia del héroe con el otro relato de la fundación de Roma por Rómulo, que descendía de la línea real de Alba Longa.
En el relato de Virgilio se cuenta la aventura amorosa del héroe con Dido, reina de Cartago. Al unir a los dos personajes, Virgilio creó una de las leyendas romanas de mayor renombre. En el transcurso de su viaje por el Mediterráneo, antes de arribar a Italia, Eneas desembarca en Cartago, al norte de África, y allí se enamora de la reina Dido. Dido era fenicia de nacimiento, de la ciudad de Tiro. Obligada a huir de su patria tras el asesinato de su esposo, estaba terminando de construir una nueva ciudad en Cartago cuando Eneas y sus hombres fueron arrastrados hasta la playa próxima. Los recibió generosamente y casi de inmediato se enamoró del troyano. Alentada por su hermana, Ana, empezó a aceptar su deseo por el extranjero y a esperar que la pidiera en matrimonio. Un día, cuando Eneas y ella estaban de caza, se desencadenó una tormenta y ambos se refugiaron en una cueva. Hicieron el amor mientras rugía la tempestad y a partir de entonces vivieron juntos como marido y mujer y Eneas actuó casi como si fuera el rey de Cartago.
Cuando llegó el mensajero de los dioses a recordarle e Eneas su deber, fundar una nueva Troya en Italia, el héroe decidió abandonar a su amada y continuar su camino. Dido descubrió sus intenciones y le recriminó su actiutd. Aunque profundamente afligido, Eneas sólo pudo argumentar que los dioses le obligaban a marchar y rogó a la reina que no hiciera su partida más dolorosa. Desesperada, Dido resolvió suicidarse. Erigió una enorme pira funeraria. Tras una noche de insomnio, vio que el barco de Eneas ya había levado anclas. Maldiciéndolo y rogando por la eterna enemistad entre Cartago y los descendientes del troyano, subió a la pira, cogió la espada de su amante y se provocó una herida mortal. Eneas no escapó por completo de Dido. En su viaje a los infiernos, vio al fantasma de la reina e intentó justificar de nuevo su conducta; pero Dido se negó a hablarle y volvió con el fantasma de su marido. La leyenda de Dido y eneas presenta estrechos vínculos con la historia política y militar de Roma: el ruego de la reina por la enemistad entre Roma y Cartago proporcionó una justificación mitológica para la guerra entre ambas ciudades durante le mandato de Aníbal (218-201 a.C.).
El nombre de la ciudad de Roma deriva de Rómulo, su legendario fundador. Él y su hermano gemelo Remo eran hijos de Rea Silvia, una mujer de linaje real de Alba Longa, y del dios Marte, que la sedujo en una gruta sagrada en la que Rea buscaba agua. Cuando el tío de ésta, Amulio, observó su misteriosa preñez, la encarceló, y en cuanto nacieron los niños la obligó a abandonarlos a orillas del Tíber para que muriesen. Una loba encontró a los gemelos, a los que amamantó hasta que los descubrió un pastor, Fáustulo, que los crió como hijos porpios. Al crecer, Rómulo y Remo se dedicaron al robo, y en una ocasión atacaron a unos pastores de Amulio. Capturaron a Remo y lo llevaron ante Amulio. Fáustulo eligió aquel momento para explicarle a Rómulo las circunstancias de su nacimiento. Tras oír la historia, Rómulo fue a rescatar a Remo, asesinó a Amulio y asignó el trono vacante de Alba Longa a su abuelo, Numitor. Rómulo y Remo decidieron fundar su propia ciudad en el lugar en que los había recogido la loba, pero entre ambos surgió una disputa sobre la localización exacta. Rómulo, que había recibido una señal de los dioses, empezó a marcar los límites en la colina Palatina, pero Remo saltó sobre el foso para demostrar la debilidad de sus defensas. Al ver semejante sacrilegio, Rómulo lo mató y pasó a ser el único rey de la nueva ciudad.
Su problema más inmediato radicaba en poblar Roma. Para ello estableció un refugio en el que podían residir delincuentes y poscritos de toda Italia en calidad de primeros ciudadanos, y para encontrar suficientes mujeres recurreió a una estratagema. Invitó a las gentes de los alrededores (las tribus sabinas) a celebrar una fiesta para que raptasen a las mujeres en edad de contraer matrimonio. En respuesta, Tito Tacio, rey de los sabinos, reunió a su ejército e invadió el pueblo romano. Tras diversos enfrentamientos, los sabinos penetraron en las defensas romanas de la colina Capitolina, pero las sabinas, ya esposas romanas, decidieron intervenir y rogaron a sus padres y maridos que cesaran las hostilidades. Se hizo la paz y los dos pueblos se unieron. Tito Tacio reinó conjuntamente con Rómulo hasta su muerte, acaecida poco después de la guerra. A continuación, Rómulo quedó al frente de toda la comunidad y reinó durante treinta y tres años más, en calidad de primer rey de Roma.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:
WILLIS, R.: Mitología del mundo, Evergreen, 2006.
FERNÁNDEZ NIETO, J.: Historia antigua de Grecia y Roma, Ed. Tirant Lo Blanch, 2005.
VIRGILIO: La Eneida, Gredos, 1992.
1 comentario:
Que agradable lectura.
Publicar un comentario