23 de noviembre de 2008

CISNE






Símbolo de gran complejidad. El cisne estaba consagrado a Apolo como dios de la música, por la mítica creencia de que, poco antes de morir, cantaba dulcemente. La casi totalidad de sentidos simbólicos conciernen al cisne blanco, ave de Venus, por lo cual dice Bachelard que, en poesía y literatura, es una imagen de la mujer desnuda, de la desnudez y la blancura inmaculadas. Sin embargo, el mismo autor, profundizando más en el mito del cisne, reconoce en él cierto hermafroditismo, pues es masculino en cuanto a la acción y por su largo cuello, y femenino por el cuerpo redondeado y sedoso. Por todo ello, el cisne se refiere siempre a la realización suprema de una deseo, aludiendo así a su supuesto canto: símbolo del placer que muere en sí mismo. Según Schneider, es también símbolo funerario, del viaje al inframundo, junto con el arpa. Mientras el cisne-arpa representa la melancolía y el autosacrificio, el pavo real-laúd, situado entre tierra y aire, representa el pensamiento lógico.


Es sin duda en la literatura europea de fin de siglo cuando el símbolo cobra una enorme relevancia. En Baudelaire es una imagen que simboliza el destino del poeta, condenado a la humillación, forzado a arrastrar su espléndido plumaje en el polvo de la ciudad, llorando la pérdida del "lago natal" y su destierro en un medio hosco, feo. Así, el poeta se asocia a sus sentimientos, emblema de su condición, de su condena a vivir entre la vulgaridad. Prisionero en el hielo de su propio fracaso, el gran cisne de Mallarmé, sufre en el lago que lo retiene la memoria de su fracaso. Es, pues, símbolo de la impotencia y de la duda, habiendo renunciado a un futuro libre, aceptando con angustia la parálisis que el espacio le impone.


Si el cisne resulta el símbolo más revelador de la época es porque en él se manifiesta una imagen del poeta que lo expresa a la perfección. Reminiscencias mitológicas surcan con él los lagos poéticos del momento: Leda en su éxtasis, Lohengrin en busca del Graal... Todos ellos asociados a la imagen del cisne.

También lugares que se convierten en espacios líricos de funcionamiento simbólico: jardines de Versalles y de Aranjuez, parques crepuesculares, lagos más soñados que existentes. El cisne es una figura sublimada en que el poeta quisiera reconocerse. Su soledad proponía una imagen del aislamiento que exige la poesía al creador, por lo que el cisne se convierte en símbolo de la poesía misma, de la belleza que se exhibe con inoslencia, de la pureza, el misterio y la altivez, del ansia de vuelo y de los enigmas, como propuso Darío por su encorvado cuello. Si el cisne es enigmático (o interrogativo) es porque quienes lo contemplan en su marco natural terminan por asociarlo a los significados al ocultos, al ocultismo, que tanto atraía a los modernistas. Para Alfonsina Storni, los cisnes son flores y representan a su alma femenina. Los ve como enigmas vivientes, en constante metaformosis y es el amor-dolor lo que le caracteriza. Por su parte, Delmira Agustini también ofrece una versión floral del cisne, pasando de lo concreto a lo abstracto, agudizando lo enigmático con ciertos toques sensuales y eróticos.

Símbolo del amor, cisne rojo de la pasión. El cisne negro y el cisne blanco, sin embargo, aparecen como imágenes antagónicas. El cisne negro suele simbolizar la muerte, aunque a veces aparezca como una muerte piadosa. Pero la negrura armoniza con el misterio atribuido a la personalidad del poeta, perenne buscador de imposibles. Cuando el cisne y la esfinge se asocian, la mitología cede el paso a la filosofía. El símbolo cambia de erótico a metafísico y su sentido puede interpretarse como prefiguración del destino. El conocimiento del futuro y de sus arcanos se oculta tras la blancura del cisne, belleza y secreto. Además, los cisnes son testigos que presencian de lejos el navegar de la negra barca en que el hombre viaja por última vez.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:

CIRLOT, J. E.: Diccionario de símbolos, Siruela, 1997.

GULLÓN, R.: "Simbolismo y Modernismo", en OLIVIO JIMÉNEZ, J.: El Simbolismo, Taurus, 1979, pp. 21-44.




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