11 de noviembre de 2008

JARDÍN




El jardín es el ámbito en el que la naturaleza aparece sometida, seleccionada, cercada. Por este motivo constituye un símbolo de la conciencia frente a la selva (inconsciente), como la isla ante el océano. Es a la vez un atributo femenino en los emblemas de los siglos XVI y XVII.



El motivo del jardín se remonta al Paraíso o Jardín del Edén. El Edén es el lugar en el que Dios habría colocado al hombre después de haberlo creado. Edén es una palabra de origen akkadiano, que hace referencia a un lugar puro y natural. El término paraíso (del griego paradeisos y del latín paradisus) vendría a significar mejor el jardín como lugar placentero. El jardín del Paraíso es un aimagen arquetípica de la eternidad, de la inocencia primigenia, de la edad dorada del hombre hasta que éste fue expulsado.



La abundante aparición de estos espacios cuenta con una extensa tradición literaria. El más conocido, además, del jardín bíblico, es del LOCUS AMOENUS como referencia al huerto del amor. En muchos casos, el jardín simboliza un espacio utópico e irreal que representa un marco ajeno a las exigencias del tiempo. Para Roland Barthes, la polaridad dentro del jardín/fuera del jardín representa la vida y la muerte, lo caliente y lo frío, lo interior y privado y lo exterior. El jardín representa el lugar donde no transcurre el tiempo. Estar en el jardín significa intentar escapar de las leyes del tiempo y de la muerte.



Los poetas de Al-Andalus recogieron el símbolo del jardín como belleza femenina, maravilla, perfecta y delicada. En ocasiones encontramos la descripción del cuerpo femenino como geografía edénica, tal vez por las relaciones entre la mujer y la tierra. El hortus conclusus y el citado locus amoenus, acuñados por la antigüedad grecolatina, se hallan presentes en todas las épocas literarias, aunque adaptados por los autores y a los nuevos tiempos. El tópico del locus amoenus parte dle escenario bucólico y pastoril de tema amoroso, un tópico que, como señala Robert Curtius, penetró en la simbología del jardín, convirtiéndose en un lugar en el que no pasa el tiempo. Ahora bien: cuando el tiempo interrumpe, se genera otro tópico que es el de la albada, momento en que los amantes se separan (el amanecer) porque la luz ha penetrado en el jardín.



Por otra parte, relacionado con la sensualidad, debemos recordar la identificación d etardición popular entre el jardín y la virginidad y, por extensión, el goce amoroso, momento en el cual también se anula el tiempo. Pensemos en todos los jardines de amor medievales y en su mayor representante en el Roman de la Rose francés.

Este jardín ameno llega al Renacimiento junto a la descripción de una naturaleza idílica, lugar privado de imágenes lánguidas y sutiles de la expresión amorosa.

El Modernismo elige y desarrolla este motivo porque se ajusta perfectamente a su ideología estética: belleza, elegancia, soledad, evasión del tiempo y del espacio, intimismo, etc. Pero a su vez adquiere nuevas significaciones, como la nostalgia de la infancia y la inocencia perdida, el regreso al pasado feliz o la búsqueda de la propia identidad, lejos de la confusión urbanita. Otras veces, el jardín simbólico se cargará de tintes de tristeza y pesadumbre, por donde el sujeto lírico camina como si de un fantasma se tratara.

Así pues, el símbolo del JARDÍN viene a reunir una multiplicidad significativa, desde el lugar del amor o encuentro de los enamorados, el cuerpo de la bella dama virgen, hasta la nostalgia del pasado o edad de oro del hombre en el que una vez no existió la muerte.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:

CIRLOT, J.E.: Diccionario de símbolos. Siruela, 1997.

PÉREZ PAREJO, R.: Metapoesía y crítica del lenguaje. Universidad de Cáceres, 2002.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso