13 de diciembre de 2008
TRABAJOS PRIMER TRIMESTRE
11 de diciembre de 2008
EL MITO DE ORFEO EN EL CINE
Antonio Carlos Jobim y Luis Bonfá son los autores respectivos de los dos temas principales de la banda sonora, "A felicidade" y "Manhã de Carnaval", que llegarían a ser clásicos de bossa nova y jazz.
Basada en la obra teatral Orfeu da Conceição del poeta y también músico Vinicius de Moraes, constituye una adaptación del mito griego de Orfeo al ambiente del carnaval brasileño.

La bella Eurídice llega a Río de Janeiro en vísperas de su famoso carnaval, donde será acogida por una prima que vive en un arrabal de favelas de la ciudad. Se acerca allí, entre el frenesí de la samba por las calles, en un tranvía cuyo conductor, un músico llamado Orfeo, héroe popular del lugar por el poder de seducción de sus canciones, se fija en sus encantos. Sin embargo, la relación de este con ella se verá afectada por las sospechas de su celosa novia. La pasión los sumergirá en el trance vertiginoso del carnaval, que a su vez los arrastrará a un desenlace fatídico. Como en el mito griego, Orfeo, aun siendo capaz de hacer levantarse el sol con su música y su canto, y de embelesar a todos los que lo oyen, no consigue realizar su amor.
Ganó la Palma de Oro del Festival Internacional de Cine de Cannes en 1959, y en 1960 los premios Oscar y Globo de Oro a la mejor película en lengua extranjera.
En 1999, Carlos Diegues hizo un remake de esta película titulado Orfeu, cuya banda sonora fue producida por Caetano Veloso.
En 2005, coincidiendo con el año de Brasil en Francia, René Letzgus y Bernard Tournois exhibieron en el festival de Cannes su documental À la recherche d’Orfeu negro (En busca de Orfeo negro), que explora la repercusión social que ha tenido Orfeo negro en Brasil hasta la actualidad, sobre todo en lo que respecta a la internacionalización del carnaval, la samba, la bossa nova y la obra de Vinicius de Moraes.

En él, ofrecen su testimonio importantes personalidades de la música y la cultura brasileñas, como Gilberto Gil, Milton Nascimento, Carlos Diegues… y el propio Breno Mello, el actor que caracterizó a Orfeo, al que este documental rescató del olvido en que vivía pobremente en una humilde casa de Porto Alegre, y le permitió asistir por fin al Festival de Cannes, donde recibió un homenaje 46 años después de la gloriosa presentación de la película de Camus.
Te ofrecemos aquí las imágenes de algunos de los carteles y la escena del comienzo del film.
3 de diciembre de 2008
EL MITO DE ECO Y NARCISO
...Eco merece una disgresión. Su alegría y parlanchinería cautivaron a Júpiter; sorprendidos en adulterio por Juno, castigóla ésta a que jamás podría hablar por completo; su boca no pronunciaría sino las últimas sílabas de aquello que quisiera expresar. Pues bien, viendo Eco a Narciso quedó enamorada de él y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta. Al fin decide acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero.. ¿Cómo podrá si las palabras le faltan? Por fortuna, la ocasión le fue propicia. Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta de por dónde pueden caminar sus acompañantes y grita: "¿Quién está aquí?" Eco repite las últimas palabras "... está aquí". Maravillado queda Narciso de esta voz dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar: "¿por qué me huyes?" Eco repite: "... me huyes". Y Narciso: "¡juntémonos!" Y Eco: "...juntémonos". Por fin se encuentran. Eco abraza al ya desilusionado mancebo. Y éste dice terriblemente frío: " No pensarás que yo te amo..." Y Eco repite, acongojada: "...yo te amo". "¡ Permitan los dioses soberanos -grita él- que antes la muerte me deshaga que tú goces de mí!"
Huyó, implacable, Narciso. Y la ninfa así menospreciada, se refugió en lo más solitario de los bosques. La consumía su terrible pasión. Deliraba. Se enfurecía. Y pensó: "¡ojalá cuando él ame como yo amo, se desespere como me desespero yo!"
Némesis, diosa de la venganza -y a veces de la justicia- escuchó su ruego. En un valle encantador había una fuente de agua extremadamente clara, que jamás había sido enturbiada ni por el cieno ni por los hocicos de los ganados. A esa fuente llegó Narciso, y habiéndose tumbado en el césped para beber, Cupido le clavó, por la espalda, su flecha... Lo primero que vio Narciso fue su propia imagen, reflejada en el propio cristal. Insensatamente creyó que aquel rostro hermosísimo que contemplaba era de un ser real , ajeno a sí mismo. Sí, él estaba enamorado de aquellos ojos que relucían como luceros, de aquellos cabellos dignos de Apolo. El objeto de su amor era... él mismo. ¡ Y deseaba poseerse! Pareció enloquecer... ¡No encontraba boca para besar! Como una voz en su interior le reprochó: "¡insensato!" "¿cómo te has enamorado de un vano fantasma? Tu pasión es una quimera, retírate de esa fuente y verás como la imagen desaparece. Y, sin embargo, contigo está, contigo ha venido, se va contigo... ¡y no la poseerás jamás!."
Alzó los brazos al cielo Narciso. Llorando. Tiróse los cabellos. Y gritó, blasfemo así: "Decidme selvas, vosotras que habéis sido testigo de tantos idilios apasionados... ¿por qué el amor es tan cruel para mí? Hace siglos que existís; decidme ¿visteis nunca un amor obligado a sufrir designios más rudos? Yo veo al objeto de mi pasión y no le puedo encontrar. No me separan de él ni los mares enormes, ni los senderos inaccesibles, ni las montañas, ni los bosques. El agua de una fontana me lo presenta consumido del mismo deseo que a mí me consume. ¡Oh pasión mía! ¡quienquiera que seáis, aproximaos a mí como a vos me aproximo! ¡Ni mi juventud ni mi belleza son causas para vuestro temor! Yo desdeñe el amor de todas las ninfas... No tengáis para mí el mismo desdén. Pero ¿ si me amáis, por qué os sirvo de burla? Os tiendo mis brazos y me tendéis los vuestros. Os acerco mi boca y vuestros labios se me ofrecen. ¿Por qué permanecer más tiempo en el error? Debe ser mi propia imagen la que me engaña. Me amo a mí mismo. Atizo el mismo fuego que me devora. ¿Qué será mejor: pedir o que me pidan? ¡ Desdichado de mí que no puedo separarme de mí mismo! A mí me pueden amar otros, pero yo no me puedo amar...¡Ay! El dolor comienza a desanimarme. Mis fuerzas disminuyen. Voy a morir en la flor de la edad. Mas no ha de aterrarme la muerte liberadora de todos mis tormentos. Moriría triste si hubiera de sobrevivirme el objeto de mi pasión. Pero bien entiendo que vamos a perder dos almas una sola vida."
Dicho esto, tornó Narciso a contemplarse en la misma fuente. Y lloró, ebrio de pasión, ante su propia imagen. Volvió a traslucir frases entrecortadas... ¿Quién? ¿Narciso? ¿Su imagen llorosa? "¿por qué me huyes? Espérame, eres la única persona a quien yo adoro. El placer de verte es el único que queda a tu desventurado amante."
Poco a poco Narciso fue tomando los colores finísimos de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por el otro. El ardor le consumía poco a poco. La metamorfosis duró escasos minutos. Al cabo de ellos, de Narciso no quedaba sino una rosa hermosísima, al borde de las aguas, que se seguía contemplando en el espejo sutilísimo.

Todavía se cuenta que Narciso, antes de quedar transformado pudo exclamar: "¡Objeto vanamente amado...adiós...!" Y Eco: "... adiós" cayendo enseguida en el césped rota de amor. Las náyades, sus hermanas, le lloraron amargamente meneándose las doradas cabelleras. Las dríadas dejaron romperse en el aire sus lamentaciones. Pues bien: a los llantos y a las lamentaciones contestaba Eco... cuyo cuerpo no se pudo encontrar. Y, sin embargo, por montes y valles, en todas las partes del mundo, aún responde Eco a las últimas sílabas de toda la patética voz humana.
OVIDIO: Metamorfosis. Libro Tercero III.
ROSA

La rosa constituye, esencialmente, un símbolo de finalidad, de logro absoluto y de perfección. Por esto puede tener identificación como centro místico. A su vez presenta simbolimso variados en el jardín de Eros, en el Paraíso de Dante, como mujer amada o como emblema de Venus. La rosa azul simboliza lo imposible. La rosa de oro, símbolo de la realización absoluta. La rosa de ocho pétalos indica la regeneración. Consagrada a Afrodita, además era un atributo de las Tres Gracias, aunque en la Antigüedad también tenía una connotación fúnebre, en relación con el culto a los muertos. En la tradición cristiana, se asoció con la imagen de la Virgen María, a la que se llamaba "rosa sin espinas", por no estar mancillada por el pecado original. No obstante, en la Edad Media adquirió otros significados, en relación con el amor cortés. De ahí la obra alegórica Le Roman de la Rose. Identificada con la mujer bella, con la amada y su virginidad, su perfección, su juventud y belleza, la rosa terminó simbolizando -junto a otras flores- lo efímero, el paso del tiempo y la vanidad. Finalmente, encontramos un significado más: la obra poética. Se trata de una doble simbolización: al identificarse la rosa con la mujer, ésta se convirtió en metáfora del poema, por lo que la rosa, en ocasiones, significaba la poesía misma (en Juan Ramón, por ejemplo). Tópicos relacionados con la rosa: collige, virgo, rosas, de Ausonio, para expresar la misma conceptualización del carpe diem; tempus fugit, por su breve vida, y vanitas vanitatis, como objeto del desprecio de los bienes mundanales.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:
CIRLOT, J.E.: Diccionario de símbolos, Siruela, 1997.
IMPELLUSO, L.: La naturaleza y sus símbolos, Electa, 2003.
2 de diciembre de 2008
FUEGO


ABEJA (MIEL)


Meleagro V, 163.