7 de marzo de 2009

EL AMOR EN EL RENACIMIENTO


Si en algo destaca principalmente el Renacimiento como período histórico-artístico es, sin lugar a dudas, por la proliferación de teorías y/o ideologías en torno al AMOR. A Ficino, por ejemplo, le debemos la ecuación EROS = MAGIA. Y esta magia es deudora de la magia árabe que en mucho debe a su vez a premisas de griegos y orientales. Los humanistas van a combinar decididamente el neoplatonismo y la obra de al-Kindî. El amor es un mago y, en consecuencia, denominamos magia a la operación por la cual Eros acerca unas cosas a otras por similitud natural. Es lo que otros han llamado "magia simpatética". Eros es un espíritu universal que lo impregna todo y, siguiendo la creencia macrocosmos-microcosmos, cada alma particular, enamorada y bella, crea con sus gestos, sus palabras y sus favores una red mágica alrededor del objeto de su amor. Con esta red el enamorado pretende "atar" mágicamente al otro, acercarlo, ser correspondido. En definitiva, este esquema se corresponde con el que Giordano bruno formuló como "vínculo de los vínculos". Las teorías renacentistas del amor se basan en la teoría d elas radiaciones de al-Kindî, quien sostenía que cada astro posee una naturaleza que comunica al mundo a través de sus rayos. La influencia de éstos sobre los objetos terrestres se establece por similitud entre objeto y sujeto. Esto permite a Ficino y a Bruno sustituir el término "radiación" por el de "Eros". En cierta medida, lo que se están combinando aquí son teorías animistas y teorías mecanicistas del amor. Lo mismo puede decirse acerca de la teoría magnética, basada en la ley de atracción de los cuerpos. Los cuerpos (y las almas) son atraídas por una determinada similitud natural, por lo que el amor se presenta como una fuerza física inexpugnable.

Esto explicaría la importancia de los OJOS en la mayor parte de los textos renacentistas. Siguiendo con el tópico de la HERIDA ÓPTICA, formulada de modo magistral en el Roman de la Rose, los rayos (flechas) de Eros entran por los ojos para instalarse en el alma y, asimismo, los ojos de la amada son los que despliegan tales rayos, como los de la luz del sol. Esto no significa otra cosa más que los ojos son la entrada para el amor, pero también su salida. De ahí que, cuando no se es correspondido (estado de AUSENCIA, situación de OSCURIDAD y de OLVIDO), la expresión del dolor venga dada por LÁGRIMAS (salida principal, por los ojos) y, en menor medida, por SUSPIROS (la boca, salida secundaria). Esta metáfora alrededor de la luz, la radiación, la simpatía, viene también sostenida por las teorías mecanicistas: de igual modo que la Tierra siente atracción por el Sol y éste le da vida (MOVIMIENTO) a aquél, el enamorado o el poeta experimenta el amor insuflado por la dama, cuyo movimiento se revela de forma explícita en el tópico del PEREGRINO DE AMOR; si el Sol se apagara, la Tierra moriría (detención del movimiento); si la dama deja de "alumbrar" al poeta, éste moriría igualmente. Esto explica por qué al poeta renacentista-petrarquista le obsesiona "pararse", detenerse, para "contemplar su estado". Su ausencia de movimiento por la ausencia de la dama implica literalmente la ausencia de sí mismo, su extinción.

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