12 de febrero de 2009

ROMAN DE LA ROSE


El Roman de la Rose gozó de un éxito singular en su época, pues existen catalogados unos 300 manuscritos de la obra, frente a otras obras de las que sólo conservamos alguno. En la actualidad, su lectura parece haberse relegado para filólogos o entendidos y son pocos los que se acercan al texto por curiosidad estética. El éxito del Romance de la Rosa radica en el gusto del hombre medieval por las alegorías y las abstracciones, junto a la fina poesía reunida en la obra.
La primera fue escrita entre los años 1220 y 1223 por un joven de veinte años llamado Guillamme de Lorris, de quien no sabemos casi nada y que dejó la obra inacabada. Cuarenta años después, un tratadista erudito, Jean de Meung la continuó. La obra es, pues, producto desequilabrado de dos personas de carácter muy diferente, de preparación diversa y, lógicamente, de matrices ideológicas muy alejadas.
Guillamme de Lorris presenta la estructura del sueño, lo que sí mantiene su continuador. El sueño será premonitorio e introduce la gran alegoría del AMOR, llena de abstracciones y personificaciones cuya simbología resulta accesible para el lector, al menos, en primera instancia. En el sueño, el joven poeta llega a un recinto rodeado de altas murallas que encierran un hermoso jardín. En la parte exterior de los muros se hallan pintadas las figuras de Odio, Codicia, Avaricia, Envidia, Tristeza, Vejez, Hipocresía y Pobreza. Después, el poeta entra en el jardín y describe las bellas flores y el canto de los pájaros (locus amoenus). Es recibido por una doncella quien le cuenta que la dueña del recinto es Deleite, cuya enamorada es Alegría. A un lado figura el Dios del Amor y en el centro de la escena bailan Hermosura, Liberalidad, Franqueza, Cortesía y Juventud. El Dios del Amor llama a Dulce Mirada y le ordena que tense su arco mientras va siguiendo al joven poeta, quien camina admirado por el jardín. LLega a una fuente que mana bajo un pino y encuentra una inscripción en mármol para señalar que en ese lugar murió el hermoso Narciso.
El poeta se inclina a mirar en la fuente y en el fondo del agua ve reflejada una parte del jardín ("belleza de cristales, piedras y vegetación"), pero es sabido que a quien contempla ese "peligroso espejo", nada le impedirá ver con sus ojos lo que llegará a amar. Se trata de la Fuente de los Amores, donde Cupido tiende trampas para donceles y doncellas. En la fuente, el joven ve también reflejado un rosal y en él una Rosa de singular belleza. Alarga la mano para cogerla, pero el Dios del Amor toma inmediatamente una flecha y dispara con su arco, entrando la saeta en el ojo del joven, la cual se hunde hasta llegar a su corazón. Nos encontramos ante el tópico de la Herida óptica (el amor entra por los ojos y se instala en nuestra alma). Esta primera flecha recibe el nombre de Belleza. El poeta cae al suelo y no puede arrancársela. Intenta de nuevo acercarse a la Fuente, pero el Dios del Amor le dispara una segunda flecha, en el otro ojo, llamada Cortesía. En un tercer intento, el joven poeta es herido directamente en el corazón por la flecha llamada Compañía. Desde ese momento, el joven siente un profundo dolor.
El Dios del Amor lo ha hecho su prisionero, lo ha convertido en su vasallo y le explica los diez mandatos para emprender la difícil conquista de la Rosa. El poeta es recibido por Buen Acogimiento, hijo de Cortesía, quien le advierte que en su empresa tendrá que enfrentarse a duros enemigos como Peligro, Mala Boca, Miedo y Vergüenza. Esta última es muy difícil de vencer, porque es hija de Razón, la sensata, la cual intenta siempre desviar al poeta de sus intenciones para con la Rosa. Cuando el muchacho está a punto de conseguir sus propósitos, Celos avisa a Mala Boca y envía a Vergüenza y Miedo para que, con ayuda de Peligro, expulsen al poeta de la proximidad de la Rosa. Celos intenta construir una torre para tener prisionero a Buen Acogimiento y sus cuatro puertas son guardadas por Peligro, Vergüenza, Mala Boca y Miedo.
Con el lamento del poeta termina el texto escrito por Guillammme de Lorris.
Es evidente que el tema de la primera parte es la conquista de una joven (de unos quince años, más o menos) por parte de un enamorado de veinte, hombre de letras y cultura, que convierte su historia pasional en una alegoría de alcance universal. Ambos están en planos diferentes: él en un plano real, naturalista y subjetivo; ella, en el plano del símbolo y de la abstracción alegórica. La posesión de la rosa simboliza la posesión sexual y amorosa. La referencia a Narciso hace que la misma Fuente sea la que provoque la muerte del personaje mitológico y el dolor del poeta. La obra se inscribe en el horizonte ideológico del amor cortés. Los diez mandatos del Amor (decálogo) son: huir de la villanía; evitar la maldad; ser amable y cortés con todo el mundo y evitar palabras groseras; respetar a las damas y defenderlas de los que las ataquen; no ser orgulloso; cuidar de la elegancia en el vestir; llevar limpios uñas y dientes; estar siempre alegre y contento; saber montar a caballo, intervenir en las justas, cantar, tocar instrumentos y bailar con gracia; y, finalmente, no ser avaro. Al enamorado le esperan pruebas muy duras: penas de ausencia, suspiros, timidez, angustia, insomnio y toda clse de sufrimientos que le hacen adelgazar y palidecer.
Jean de Meung trabajó en la continuación de la obra entre 1269 y 1278, cuando Lorris ya había muerto, seguramente. Era un hombre de gran cultura, más clásica y filosófica que poética. Cuando el lector acude a la segunda parte, tiene la sensación de estar leyendo dos obras muy divergentes, incluso opuestas. Se mantiene más o menos la misma trama y los mismos personajes alegóricos, pero está plagada de reflexiones interminables y pasajes anodinos. El protagonista ya no es el joven enamorado de alma delicada y de idealizada pasión, sino un hombre que ve a las mujeres de modo muy distinto y que habla desde la madura experiencia. Para Meung, el amor es una fuerza natural cuyo único objeto es la propagación de la especie, instinto que empuja a los seres hacia la unión. Así, la escena acaba con la definitiva conquista de la Rosa y con una descripción muy directa de la unión sexual. El arte de amar de Meung puede mostrar cierto aire revolucionario, pues mantiene notas de igualdad sexual y social. Se ha llegado a decir que Meung pertenecía a la llamada "izquierda aristotélica". De hecho, fue la segunda parte de la obra la que más polémicas provocó, tiempo después, escandalizando, sobre todo, a Christine de Pisan.

El Roman de la Rose es la base de la "filosofía del jardín" que se afirmó en la Europa del siglo XIII con el surgimiento de la cultura cortés, que convertirá al jardín en uno de sus lugares favoritos.

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